Tomando como punto de partida los mascarones del carnaval rural extremeño por su capacidad para dislocar identidades desde lo precario –con el uso de trapos y ropa vieja, entre otros elementos–, Abel Jaramillo, se sirve de la fotografía, el collage y el vídeo para dar lugar a una instalación en la que el presente y el pasado, lo profano y lo sagrado, se superponen y desdibujan, tergiversando los relatos hegemónicos de la historia y la cultura de dicha comunidad.

Como parte de las piezas que forman la serie la serie No habrá lugar allí para ninguno, el vídeo compagina diversas escenas que remiten al carnaval de un pueblo, con una sucesión de alegatos en los que sus vecinos hablan sobre Josefina Routier, costurera, aficionada a disfrazarse de “marimanta” en carnaval y poeta –oficio que ocultaba a sus conocidos–. El mascarón, en este caso, funciona como el desdoblamiento de la personalidad de Routier, como vía de escape en un entorno especialmente opresivo para las mujeres, como un misterioso personaje lleno de capas e interrogantes que habla, además, sobre los relatos perdidos de Extremadura.

Parte de la instalación con el mismo título El fin de una expedición, que a su vez se inspira en la novela El fin de una expedición sideral (Viaje a Marte) del escritor anarquista y extremeño Benigno Bejarano. Desde la estética de la ciencia ficción, una narrativa fragmentaria llena de indicios y lecturas imposibles de confirmar invita al espectador a sospechar de los relatos oficiales, de sus historias, políticas y territorios, para profundizar en las posibilidades explicativas, pero también poéticas, de las fuentes de información a sus márgenes.